Comentario
El paisaje realista termina por desembocar en el impresionismo. Pero digamos al respecto que, desde que nace dicho movimiento en Francia, en España no sólo no va a encontrar el más mínimo eco, sino que será eludido por la crítica oficial, cuando no denostado. El impresionismo va a sufrir por parte del gusto oficial hispano una contumaz resistencia. Hablar de impresionismo en España es algo que hay que hacer con mucha precaución, pues los pintores españoles sólo tardíamente aceptan el, para ellos, excesivo tecnicismo de los impresionistas. Están además por medio el confusionismo entre iluminismo e impresionismo. Así, aunque la pintura paisajística evoluciona, aclarando sus pinceles y revalorizando la técnica de Velázquez, redescubierta por entonces, hasta situarse a las puertas del mismo impresionismo, habrá que esperar hasta finales del siglo y principios del XX para ver cuajar cierto impresionismo.
Este aparece en las obras del madrileño Aureliano de Beruete (1845-1912), quien sólo se aproxima a la técnica impresionista a partir de 1903-1905; del asturiano Darío de Regoyos (1857-1913), que sin ser decididamente impresionista practicó el divisionismo neoimpresionista de Seurat y Signac; los bilbaínos Anselmo Guinea (1845-1906) y Adolfo Guiard (1860-1916), así como los catalanes Francisco Gimeno (1858-1932) y Eliseo Meifrén (1859-1940), quienes tampoco fueron decididamente impresionistas, aproximándose a dicha corriente sólo en algunos aspectos de su obra. Con tan corta nómina, damos por concluida la relación de pintores decimonónicos que se aproximaron al impresionismo, pudiendo ver que dicho movimiento tuvo, en general, entre nosotros, una maduración tardía y un desarrollo retrasado, prácticamente hasta principios del siglo XX.